RECONFIGURANDO NUESTRA EXISTENCIA. ALGUNOS OBJETIVOS EN EL HORIZONTE DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Antonio Diéguez Lucena*

Academia Malagueña de Ciencias

La inteligencia artificial, en sus diversas formas, nos rodea ya de forma extensa y permanente. Está en nuestros electrodomésticos, nuestros coches, nuestros hospitales, nuestros bancos, nuestras empresas, nuestras universidades, nuestros ejércitos. Muchas de nuestras acciones diarias dependen del buen funcionamiento de la inteligencia artificial, y sin duda todo ello irá a más en los próximos años.

Nuestra economía depende ya de ella. Pedir un crédito, ser seleccionado para ciertos trabajos, comprar a través de internet, acceder rápidamente a la información relevante, e incluso comunicarse con un familiar o un amigo, son procesos mediados por algoritmos de IA. No sé si eso ha producido ya un cambio significativo en nuestra forma de pensar, pero sí hay cosas que han cambiado. Por poner un ejemplo muy simple, cuando hice mi tesis doctoral, hace más años de los que quisiera, para obtener información en las revistas especializadas había que ir a Madrid y recorrer varias hemerotecas, buscando pacientemente entre montones de números de revistas en papel. Hoy toda esa información la tengo a golpe de clic con buscadores de internet que usan algoritmos de IA. Esta facilidad, aunque no nos demos cuenta a veces, ha cambiado nuestra forma de pensar: ahora creemos que toda información debe estar disponible y de forma inmediata. El problema es que el acceso instantáneo lo tenemos tanto a la información genuina como a la desinformación y a las noticias falsas, lo que está poniendo en problemas serios a los sistemas democráticos.

Pero las cosas van a cambiar mucho más con los avances previsibles de la IA. Si nos atenemos a lo que suele aparecer en los medios de comunicación, hay tres objetivos que parecen concitar mayor interés (dejo de lado la computación cuántica, que también podría añadirse a la lista pero que merece consideración aparte):

1. La IA neuro-inspirada.

2. Las prótesis neuronales e interfaces cerebro/máquina.

3. La creación de inteligencia artificial general (AGI).

El primer objetivo es el desarrollo de una inteligencia artificial que reproduzca realmente el modo en que funcionan nuestros cerebros y que aprenda de los resultados de las neurociencias. Los avances del proyecto BRAIN en los EE.UU., dirigido por Rafael Yuste, y de su equivalente europeo, el Human Brain Project, han proporcionado datos sobre la estructura funcional de nuestro cerebro que serán sin duda de ayuda en los próximos años para el diseño de mejores redes neuronales y, en general, de mejores sistemas de IA.

Al respecto, es interesante saber que hace unos días, el 22 de septiembre, se presentó en la Universidad de Harvard el Instituto Kempner, con el patrocinio de Priscilla Chan y Mark Zuckerberg. Se trata de un instituto de investigación interdisciplinar centrado en la interrelación entre las neurociencias y la inteligencia artificial “para avanzar en nuestra comprensión de la inteligencia desde múltiples perspectivas”.

En la presentación, Zuckerberg afirmó que espera que el Instituto estimule la cooperación entre “científicos cognitivos y neurobiólogos que estudian el cerebro, y matemáticos, estadísticos e ingenieros que estudian el aprendizaje automático y la IA, de una manera que nunca antes había ocurrido a esta escala”.

Los retos son enormes, porque como destacó en su intervención en el acto Daniel Huttenlocher, decano del nuevo Schwarzman College of Computing del MIT, “las partes de la inteligencia que realmente hemos podido formalizar no incluyen, en su mayor parte, cosas como la inteligencia emocional, el buen juicio, o la toma de decisiones inmediatas”. Tampoco el sentido común, cabría añadir.

Con respecto al segundo objetivo, perseguido fundamentalmente por empresas como Neuralink, de Elon Musk, o la china NeuraMatrix, los resultados son todavía modestos. En mi opinión, los logros más significativos hasta el momento han sido dos. En primer lugar, el ensayo en seres humanos con prótesis cerebrales que podían ayudar a los pacientes con daños en el hipocampo, como los que padecen Alzheimer, a convertir sus recuerdos a corto plazo en recuerdos a largo plazo, supliendo así esa función perdida debido a los daños en esa zona cerebral. En 2018, el equipo de Robert E. Hampson del Wake Forest Baptis Medical Center, demostró la efectividad de estas prótesis en pacientes humanos al mejorar con ellas la memoria de trabajo de pacientes de epilepsia en un 37%. En segundo lugar, en un ensayo publicado en julio de 2021 en The New England Journal of Medicine, se explicaba cómo un paciente mudo debido a una parálisis severa, al que se le implantaron electrodos en su cerebro, pudo trasladar mediante ellos algunas frases al ordenador, a un ritmo de 15 palabras por minuto, solo con su pensamiento, y dentro de un vocabulario seleccionado de 50 palabras. Dos resultados que están lejos de las promesas de la ciencia ficción y del transhumanismo, pero que no dejan de ser admirables.

Finalmente, el tercer objetivo, el de la creación de una inteligencia artificial general similar o superior a la humana (AGI por las siglas en inglés), es decir, de una inteligencia artificial que pueda resolver cualquier tipo de problemas y no solo problemas específicos para los que ha sido diseñada y programada, nadie sabe a ciencia cierta si se podrá conseguir en los próximos años, si se conseguirá en un futuro lejano o si es siquiera posible.

Aunque la mayoría de los especialistas en IA parecen ser favorables a la hipótesis de que tarde o temprano la AGI será una realidad, algunos se muestran bastante escépticos. Recomiendo al lector interesado el excelente libro de Erik Larson, El mito de la inteligencia artificial, publicado en español por Shackleton Books. Su autor, un empresario y científico computacional, sostiene que la IA no puede, ni parece que vaya a poder pronto, realizar inferencias abductivas, que son la base del pensamiento científico y del descubrimiento de hipótesis explicativas en la vida cotidiana. Y también el de Ramón López de Mantarás y Pedro Meseguer González, Inteligencia artificial, publicado por Libros de la Catarata. El tiempo dirá. Pero a nadie se le escapa si alguna vez tenemos AGI, la humanidad se encontrará en una verdadera encrucijada en la que se jugará su futuro.

Como es natural, todo esto ha despertado los miedos y las especulaciones. Ya no solo los tenófobos nos presentan futuros distópicos de sumisión completa al dominio de las máquinas y de la mentalidad instrumental. También algunos tecnófilos se han dejado llevar por el impulso apocalíptico, solo que ellos ven en el final de Sapiens la oportunidad para transformarnos en deidades cibernéticas, habitantes de un Olimpo virtual que, por alguna extraña razón, a ellos les parece más deseable que la vida real en este mundo. Yo solo puedo decir que conmigo no cuenten. Esperemos que el futuro de la IA vaya por los derroteros de una ayuda a la inteligencia humana.

*Antonio Diéguez Lucena es Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia.
Departamento de Filosofía. Universidad de Málaga

14 comentarios en “RECONFIGURANDO NUESTRA EXISTENCIA. ALGUNOS OBJETIVOS EN EL HORIZONTE DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

  1. Magnífico artículo Antonio. Enhorabuena. Estas a la última y nos ayudas a conocer los avances recientes.
    Estoy contigo en ver la IA como una ayuda a la inteligencia humana. Además, el recorrido desde la reunión de Dartmouth en 1956 hasta ahora, ha mostrado que los resultados especializados son buenos, pero el salto a la generalización es mucho más difícil .

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  2. Felicidades por este magnífico y provocador artículo que revoluciona las neuronas y, por momentos, parece trasladarnos a la ciencia ficción en lugar de mantenernos en el seno de la investigación científica. Uno de tus párrafos es particularmente inquietante: » La creación de una inteligencia artificial general similar o superior a la humana (AGI por las siglas en inglés), es decir, de una inteligencia artificial que pueda resolver cualquier tipo de problemas y no solo problemas específicos para los que ha sido diseñada y programada.»

    La posible creación de una inteligencia tal, podría entrañar peligros dependiendo del uso que se le diera. Visto el escenario actual en el que se mueve el mundo ¿que peligros entrañaría en manos de algún dirigente iluminado que la utilizara en el sentido que subliminalmente dejas caer?

    Te felicito de nuevo, Antonio, porque es un texto que nos deja pensando.

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    1. Muchas gracias, Víctor. Puede que me equivoque, pero no creo que haya por ahora motivos para aceptar los escenarios apocalípticos que a veces nos dibujan con este asunto.

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  3. Buenos días. Gracias Antonio por, de nuevo, interesante y didáctico artículo. Al igual que tú ¡ Que no cuenten conmigo !, Ya que estoy convencido de que, además de perder libertad individual, se ampliarán las diferencias sociales existentes, y aumentará el dominio de los unos sobre otros, con lo que aumentará, aún más, las desigualdades sociales.

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  4. Me uno a los merecidos aplausos. Es este un mundo que para mí, debo reconocer, es muy desconocido. Un mundo que sin duda es el presente, no digo ya el futuro. Especialmente interesante me ha resultado el asunto de las prótesis cerebrales. ¿Será posible que este segundo aspecto de la IA pueda llegar a resolver todo un conjunto de patologías neurológicas a las que, por razones de calendario, vete tú a saber si tenemos que acudir más de uno de aquí a unos años? A ver si va a resultar que no solo somos Química como decía D. Severo. No sé si me da un poco de miedo el control de ese mundo para mí, insisto, tan desconocido. Quizás, no sé, la clave esté en los necesarios avances que beneficien al ser humano, pero sin olvidar que estos deben hacerse desde la ética del asunto: aquel imperativo categórico del viejo Kant del que nadie se acuerda. Enhorabuena Antonio.

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    1. Muchas gracias, Francisco. Ya hay implantes cerebrales que ayudan a controlar los síntomas del Parkinson y el Alzheimer, pero todo esto va más despacio de lo que se promete.

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  5. Gracias Antonio una vez más por contarnos con sencillez y claridad cosas complejas. A lo largo de la mayor parte de su historia los hombres tuvieron una gran autonomía física ( sabían hacer de casi todo lo que necesitaban para vivir) pero una gran heteronomia moral (solo podían pensar lo que les dejaban pensar). Tras la Ilustración y la revolución industrial pasaron de feligreses a ciudadanos, ganando en autonomía moral mientras aumentaban la heteromia física al perder parte de su capacidad de satisfacer autónomamente sus necesidades. La IA esta imponiendo un re equilibrio en este juego autonomía/heteronomia física y moral. Lo que habrá que que ver es en que direccion.

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  6. En el mundo de las cosas, en lo que sabemos y palpamos a diario, la IA seguirá avanzando sin pausa y sin que nos demos cuenta usaremos sus avances a diario. En lo que respecta a nuestro cerebro, creo que desconocemos tantos detalles de su funcionamiento y sus patologias que nos faltan todavia muchos datos para «alimentar a la máquina». Por aquí las cosas irán más lentas por más ganas que tengamos de fantasear.
    En el 2000 todos íbamos a usar trajes plateados y escafandras para nuestros desplazamientos siderales, a luz de las fantasías de los ’60, y aquí seguimos arrastrando nuestras miserias.
    Gracias Antonio por alimentar nuestra máquina.

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    1. Gracias a tí, Pepe. Desconocemos, en efecto, todavía demasiado de nuestro cerebro. El proyecto BRAIN y su contrapartida europea han conseguido avances, pero menores de lo que se esperaba. Nuestro cerebro (y la consciencia) es un problema que se nos resiste.

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  7. Magnifico artículo, enhorabuena Antonio. La conexión entre neurociencia e Inteligencia Artificial me parece fascinante. Se abre también un espacio indispensable para las ciencias sociales y la neuro-ética, que tienen que caminar de la mano. Las aplicaciones clínicas creo que serán realidad en un tiempo más corto del que pueda parecer. Como sucede frecuentemente en Ciencia, será necesario esperar a la llegada de avances tecnológicos disruptivos, que llegarán.

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    1. Así parece que será, Rafael. Lo de la neuroética y los neuroderechos es un asunto fundamental, como viene diciendo Rafael Yuste, el director del program BRAIN.

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