LA VIVIENDA EN TIEMPO DE PANDEMIA

¿Cómo pueden contribuir las ciencias sociales y las humanidades al análisis del impacto que la pandemia de COVID-19 está teniendo en la sociedad? Diversos académicos pertenecientes a la Academia Malagueña de Ciencias, encuadrados en la Sección de Ciencias Sociales, traerán a esta tribuna de opinión sus particulares perspectivas sobre este asunto. Intentamos así contribuir al encuentro entre las ciencias y las humanidades. Es este un objetivo prioritario, pues parece  imprescindible que juntos pensemos el mundo, ya que no es la naturaleza la que se especializa sino los humanos. La especialización ha contribuido de manera muy importante al aumento de la información y al progreso, pero también hay en este momento un exceso de información, una infodemia, que no siempre contribuye a la mejora del conocimiento. El pensamiento crítico independiente de los académicos, nos permitirá conocer mejor los desafíos a los que la sociedad se enfrenta como consecuencia de esta catástrofe mundial sobrevenida.

Luis Machuca Santa-Cruz

Academia Malagueña de Ciencias

La preocupación por la forma de habitar ha estado históricamente presente en el desarrollo de las sociedades. Los seres humanos son especialmente gregarios y poseen una irrefrenable tendencia a la movilidad, así como una propensión a ocupar nuevos territorios. Nos podemos remontar a los primeros pobladores y sus recorridos por los crinales, y a sus asentamientos desde el mismo momento en el que el ser humano deja de ser nómada y se hace agricultor. Entonces surgen las infecciones que se producen en los lugares en los que se ha establecido, pero es la movilidad la que convierte dichas infecciones en pandemia, en la medida en que las tribus cambian de lugar, conquistando los territorios de otras tribus o bien uniéndose a ellas.

Desde la antigua Roma, Egipto o Grecia, la solución a las infecciones pasaba por la expulsión de los enfermos a la periferia de las ciudades, a los lazaretos. En determinadas etapas de la historia no solo se quemaban los muertos por infecciones, sino que también se hacía con sus viviendas, e incluso se llegaban a quemar barrios enteros. Las epidemias estaban muy vinculadas a la pobreza de la población, también a las guerras y, por supuesto, a la falta de higiene. Los primeros hospitales se fundan para dar cobijo a los pobres y  albergar a los enfermos. A lo largo de la Edad Media muchos hospitales, que a la sazón eran regentados por ordenes hospitalarias que ejercían la beneficencia, consistían en simples naves en las que se compartían las camas con el objeto de albergar el mayor número de enfermos,  lo que se a su vez incrementaba la cantidad de contagios.

En la actualidad nos encontramos en una nueva etapa histórica en la que la híper movilidad ha permitido que, en cuestión de horas, un virus surgido de una región de China haya alcanzado los cuatro continentes. Esta inusitada expansión del virus ha generado una espantosa pandemia, cuya única forma de contenerla es por medio de vacunas, al igual que ha sucedido en épocas anteriores con otras pandemias. La razón de ésta súbita expansión es fácil de comprender con una simple mirada a un mapa de vuelos internacionales realizados en el mes de Abril del pasado año 2020, momento en el que ya había un serio aviso sobre el peligro inminente de pandemia, emanado de las autoridades sanitarias de la ONU. Pero esta necesidad vital de las personas por viajar y descubrir nuevos lugares, o ser pioneros en lugares turísticos ignotos, hace que los individuos estén ya pensando en viajes comerciales a nuestro satélite, o incluso a otros planetas.

Los gobiernos de nuestra nación, al igual que han hecho otros gobiernos de países de nuestro entorno, han tomado decisiones que van desde el “confinamiento domiciliario” -durante 98 días-, hasta el confinamiento periférico de algunos barrios, o de municipios, provincias y de las fronteras entre países de la UE. El confinamiento domiciliario en realidad es una privación de un derecho fundamental, excusable solo por una cuestión de salud pública, pero ello no evita que la totalidad de la población afectada sienta que por decreto se les ha privado de la libertad como derecho constitucional. Además de los daños psicológicos causados a los afectados por los confinamientos, hay quienes ven aún más restringida su movilidad por causa del reducido espacio físico en el que habitan, sin tener apenas opciones para disfrutar de un espacio exterior en su vivienda.

Uno de los paradigmas de la arquitectura en general y de la vivienda en particular, es la flexibilidad, la posibilidad de transformar el espacio para optimizar su uso*. Como problema social, la necesidad de dar cobijo a la colectividad y resolver sus problemas de habitación, se ha trabajado desde principios del siglo XX en hábitats prefabricados, desde la óptica de la  industrialización, en un intento de que las viviendas puedan producirse como los automóviles. Pero esta idea no ha tenido el éxito esperado porque en el caso de la vivienda la personalización del espacio habitado es muy importante: la casa. El proyecto exige al arquitecto resolver problemas éticos, sociales, técnicos y estéticos, eficacia constructiva, sostenibilidad y costes que los hagan viables, eficiencia energética, sistemas de apilamiento, sin olvidar la complejidad de la logística.

En realidad los trabajos que se hicieron desde aquella óptica, estaban ligados a nuevos modelos de ciudad. En este sentido, Friedman llegó más allá introduciendo el factor de la flexibilidad en la ciudad vertical, proyectando prototipos utópicos que enfatizarían su teoría sobre la ciudad espacial: estructuras tridimensionales de tubos de acero cuyos espacios se podrían ocupar libremente con la vivienda en función de las necesidades de la unidad familiar. A su vez, un grupo de arquitectos japonenses, denominado el “Grupo Metabolista” liderados por Kenzo Tange, promovieron la realización de proyectos a escala urbana cuya característica principal era el escalonamiento de la ciudad con la separación de recorridos. Las zonas más altas serían para la habitación y las relaciones sociales, ocio y circulación peatonal. Los transportes públicos y motorizados utilizarían infraestructuras de uso exclusivo en niveles bajo rasante.

Los huecos entre módulos permiten mejorar la solución habitacional de forma que las viviendas apiladas pueden tener espacios libres, abiertos y privados.

La dificultad de adquirir una vivienda frente a la alta tasa de desempleo parece insalvable. La realidad es que la vivienda en propiedad en la eurozona se tarda prácticamente toda la vida en pagarla. La opción es el alquiler, y siendo la vivienda un derecho fundamental deberían ser construidas a iniciativa de la administración para la clase trabajadora e incluso a la cada vez más menguada clase media. Las viviendas deben tener solución para las distintas formas de habitar, o mejor considerar los distintos tipos de familias, incluidos las personas que viven solas, alejados por distintas circunstancias de sus familias. Por tanto hay que pensar en módulos para 1, 2 ,3 o más miembros de la unidad.

La legislación vigente en toda España regula y homogeniza los contenidos en determinados tipos de habitáculo, hay un excesivo ordenancismo potenciado por las instituciones municipales que dan las normas mínimas para habitar, en las que con suerte pueden incluir pequeños espacios abiertos, balcones de no más de 1,5m de profundidad y la distribución en la que cada estancia tiene regulados los m2 necesarios. El exceso de ordenancismo limita dos elementos clave como son la personalización y sobre todo la flexibilidad.

En la mayor parte de los casos el confinamiento total produce una serie de efectos que van más allá del daño psicológico que casusa, y probablemente uno de los que más impacto causa es la falta de espacio disponible para moverse, y la imposibilidad de salir al exterior. El modulo habitacional debe ser de flexibilidad máxima, en el cual las familias puedan moverse sin obstáculos. El sistema permitiría eliminar de forma parcial o totalmente la distribución clásica, en la que solo serían elementos fijos las zonas húmedas de las viviendas. Del mismo modo que hay automóviles descapotables, pudiera concebirse una vivienda que permitiera abrir, al menos, algunos de sus paramentos externos y tener contacto con el exterior, ofreciendo así la ocasión de disfrutar de una naturaleza personalizada creada por quien la habita. Las soluciones son más fáciles con menores alturas en las que se pueden proyectar espacios de socialización abiertos y comunes a grupos reducidos de viviendas.

Quiero concluir esta reflexión recordando como en nuestra ciudad, Málaga, se construyeron barriadas que han sido un modelo urbanístico intemporal bien resuelto. La calidad de la construcción es baja porque se corresponde con un tiempo en que nuestro país estaba en vía de desarrollo, posterior a una trágica guerra civil, pero el modelo es muy válido. Manzanas de no más de cuatro plantas en torno a un gran espacio común y otras casas alineadas a la calle de una sola planta y un patio trasero. En los cascos históricos y zonas más degradadas de la ciudad, se deben buscar y encontrar soluciones que puedan resolver las cuestiones planteadas para tiempos como los que estamos viviendo y que, según predicen los expertos, habrá nuevas pandemias en el futuro dentro del primer siglo del milenio. En estos momentos estamos trabajando en un proyecto de investigación con la UMA, en el que nos hemos planteado posibles opciones en zonas de nuestra ciudad, como es el caso descrito.

* Machuca Casares, Luis, 2019. “La botella y el botellero”. Espacios para vivir prefabricados. Recolectores Urbanos Editores. Colección Tesis. (Dirigida por M. Gallego y L. Machuca): “Perseguimos habitar como deseamos y nuestros deseos y aspiraciones tienen mucho que ver con la satisfacción de nuestras necesidades. Podríamos generalizarlo diciendo que construimos y modificamos el espacio para ajustarlo a las continuas demandas y condicionantes que con los continuos cambios que se van produciendo a lo largo del tiempo. Pocas veces se entiende de forma tan clara el doble papel de la arquitectura como el caso de la vivienda, lo podemos entender como creación del espacio privado, célula de investigación y ensayo de otras arquitecturas, pero también como problema social, la necesidad de dar cobijo a la colectividad”.

6 comentarios en “LA VIVIENDA EN TIEMPO DE PANDEMIA

  1. Dificil solución construir viviendas sociales para cuantos la necesitan, con las caracteristicas que menciona en su post. Viviendas suficientemente amplias como para superar un prolongado confinamiento y que tengan acceso a espacios abiertos al aire libre. Incluso digo más, viviendas con ventanas de tamaño normal y no ventanucos reducidos, tal y como pueden verse en barriadas de familias con poco poder adquisitivo.

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  2. 1. Los modelos urbanísticos con espacios libres están hechos desde hace muchos años en varias de nuestras ciudades. Como decía, en Málaga tenemos algunos ejemplos. Se han seguido haciendo hasta el día de hoy.
    2. Hace unos años se intentó en un convenio firmado entre el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, lo que se llamó «Tecnocasas», pero murió al poco de haber nacido. Había ejemplos que pretendían lo que he intentado explicar en el artículo.
    3. No es tan importante la superficie construida como la flexibilidad, pues la flexibilidad está más ligada al cambio de sistema constructivo y los materiales.
    4. La ciudad horizontal facilita los objetivos de espacios de socialización mejor que la vertical. La dificultad es el valor del suelo.

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  3. Buen articulo, interesante la reflexión final hablando de los dos papeles de la arquitectura. La creación de escenarios de actividad y el fomento y adecuación de la cohesión social.

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  4. Cierta la valoración de que, la España en desarrollo, operó con el equilibrio urbanístico, quebrado en momentos posteriores, y que requiere, por efecto de las prácticas sociales de distancias generadas por la pandemia, cirugía urbanística para recuperar espacios.

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    1. La cirugía urbana la hicimos en los 80 del pasado siglo para buscar espacios para equipamientos. Los convenios urbanísticos que se hicieron al redactar los PGOU dieron buen resultado. Más tarde se utiluzaron de forma diferente al sentido en el que se habían concertado y eso ahora tiene difícil arreglo.

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